Las personas tenemos una percepción más inmediata de la temperatura que de la humedad. El control de esta última en el interior de los espacios habitados no es un asunto fácil, y precisamente por esto a menudo se generan condiciones ambientales muy críticas para la madera. En invierno, el funcionamiento continuo de los sistemas de calefacción determina generalmente un clima muy seco que da lugar a fenómenos de retracción en la madera. En verano, por el contrario, en presencia de refrigeración artificial, puede generarse un ambiente más húmedo con la consiguiente tendencia de la madera a dilatarse.
La madera es una materia viva
sensible por naturaleza y en continua interacción con el ambiente en que se encuentra. En particular, se resiente de las variaciones de humedad y al mismo tiempo, se adapta a ellas en distintos grados. Si colocamos un trozo de madera en una habitación muy húmeda, tendera a absorber una parte de esta humedad; de la misma manera, en una habitación con un clima demasiado seco, la madera se comportara de la manera opuesta, cediendo al ambiente parte de su propia humedad. Afortunadamente, la tecnología ha encontrado la solución a este inconveniente: Gracias a la técnica de compensación de las tensiones, la madera ha vuelto a encontrar su estabilidad. Encolando más estratos dispuestos alternativamente con fibras cruzadas se puede obtener, a partir de un material simple y natural, un producto de alta tecnología y extraordinarias prestaciones estructurales. Este particular procedimiento ha abierto nuevas fronteras a la utilización de la madera así como en sus aplicaciones más complicadas.