Seguro que más de una vez en tu vida doméstica has tenido que enfrentarte al reto de cómo hacer para combinar dos suelos diferentes en casa sin que quede mal.

Las transiciones de suelos son el pan de cada día en cualquier vivienda. Para empezar, baños y cocinas suelen tener un suelo diferente (normalmente azulejo de toda la vida), mientras que en el resto de la casa suele haber tarima flotante, suelos laminados o madera de la buena.

Pero no es esa la única situación que puede plantearse: un caso muy común es cuando se quiere tirar un tabique sin cambiar todo el suelo… En esos casos, el hueco que deja el tabique “eliminado” hay que rellenarlo o disimularlo con algo y eso afecta al pavimento que tiene alrededor.

Otra razón muy común: uno compra una casa con un suelo de madera en muy buenas condiciones salvo en una estancia concreta donde (por ejemplo) hubo una humedad que hace irreparable el pavimento y convendría cambiarlo.

También podemos querer instalar distintos suelos en la casa “a propósito”, por ejemplo para marcar zonas y diferenciarlas del resto, como ocurre muchas veces con las entradas, especialmente si no tienen tabiques (marcar el suelo o el techo suele ser un modo habitual de “construir” un espacio virtual diferenciado mediante el efecto visual.

Por otro lado, también hay que pensar en las transiciones por puro sentido práctico: en grandes espacios, la madera y los laminados necesitan cada cierto tiempo juntas de dilatación para que no se abran, y aunque el suelo sea el mismo en toda la casa hay que pensar cómo tapar esas juntas que normalmente van en sentido contrario a la lama o si cambiar de orientación de la lama según las estancias.

Por último, también existen casas irregulares en las que si empezamos colocando las lamas en línea recta llegará un punto en que en otra se convierta en diagonal siguiendo la misma línea. En fin, para todas esas ocasiones y para algunas más existen distintos modos de acometer las transiciones entre suelos y en este post vamos a ver que lejos de resultar un inconveniente lo podemos convertir en un aliado estético a efectos decorativos.

Transiciones en suelos diferentes.

El más común es el que combina un suelo porcelánico o de piedra (ej en baños y cocinas) con una madera o laminado (en el resto de la casa.

En estos casos lo más habitual es colocar sobre la junta de ambos suelos la típica pletina de unos 5cm que antiguamente solía ser de aluminio cromado o dorado (provocando un efecto bastante cantoso), pero que hoy en día se coloca en el tono y material al suelo laminado o de madera provocando un efecto mucho más estético.

Este tipo de pletinas suelen colocarse entre estancias separadas por una puerta, con lo cual el canto de la misma “esconde” la pletina cuando está cerrada. A pesar de ello tienen sus inconvenientes, pues con el tiempo suelen acabar levantándose por algún lado entorpeciendo la apertura o cierre de la puerta cuando ésta es batiente.

Si en cambio se prefieren metálicas, hoy en día existen pletinas mucho más estrechas y en metales más modernos como el cobre o el champán para marcar la junta y que parezca “hecho a propósito”.

Aunque la instalación de una pletina esta es la opción más fácil y recurrente, una solución mucho más práctica y estética (especialmente cuando no existe puerta entre el cambio de suelo) consiste en utilizar como transición una lama del mismo grosor y material del suelo de madera o laminado y colocarla a ras del suelo, de forma que ambos suelos queden al mismo nivel y la transición sea más visual que física… Otra opción menos vista pero muy estética es provocar que la transición “se vea”, especialmente en el caso de que queramos enfatizar la separación entre estancias… En este caso podemos crear una especie de pequeño escalón del mismo material que uno de los suelos (o de otro distinto, ya que pretendemos que se note) de un ancho considerableEl efecto estético es indudable, aunque a nivel práctico más de una vez tropezaremos con el escaloncito de marras, pero es una buena opción cuando hay que generar una transición entre dos suelos a distinto nivel.

Y por último, nos queda la opción de mantener el suelo a nivel pero sin transición alguna. Son esas ocasiones en las que el cambio de suelo se produce de manera directa, como un corte en la madera sin que exista pletina ni elemento intermedio (al menos percibido, ya que puede estar oculto). El efecto en estos casos es como si colocáramos una alfombra directamente sobre el suelo, y suele ser habitual en cocinas abiertas y suelos continuos o de losetas de gran tamaño. Eso sí, hay que ser muy fino en la colocación…